Por Pablo Nardi - Para LA GACETA - Buenos Aires

El título The affair sugiere desde su nombre una trama limitada a una aventura amorosa, y de hecho así empieza la serie: el encuentro entre Noah Solloway y Alison Bailey se produce en el primer episodio. Él es un escritor frustrado, padre de cuatro hijos y marido de Helen, a quien conoció cuando eran estudiantes en la universidad. Llegado el verano deciden pasar las vacaciones en Montauk, un pequeño pueblo costero del estado de Nueva York, junto a los padres de Helen. Por otra parte, Alison es camarera y está casada con Cole, el hijo mayor de una de las familias tradicionales de Montauk, los Lockhart. A medida que avanzan los episodios entendemos que Alison y Cole perdieron un hijo varios años antes, y que ni Alison ni su relación con Cole pudieron recuperarse desde entonces. Una vez que Noah y Alison se encuentran, no pueden evitar rendirse al deseo. Sin embargo, lo que en un primer momento parece una atracción fatal de a poco se nos revela como una relación más motivada por el escape de la vida que cada uno llevaba que por amor genuino. Como diría Borges, no los une el amor sino el espanto.

La manera en que resumo la serie es la que adoptan sus realizadores, porque no se cuenta una historia sino dos: la de Noah por un lado, la de Alison por otro. Entre los dos relatos vamos armando el rompecabezas. Las versiones se complementan y se contradicen, que es otra forma de complementarse. Hay dos tiempos en la serie: en el presente se desarrolla un juicio por la muerte misteriosa de Scotty Lockhart, hermano de Cole, y a partir de los testimonios de Noah y Alison se reconstruye el pasado. La veta policial parece un rasgo de inseguridad de los guionistas por asegurarse de que haya intriga; en la tercera temporada el juicio termina y entonces la intriga del thriller adopta la forma de un guardiacárcel obsesivo que persigue a Noah y no entendemos bien por qué. Ambos artilugios son prescindibles, la historia se podría sostener sola, pero el afán por generar intrigas revela que The affair se propuso captar al público masivo, amante de los policiales y las aventuras amorosas, y a su vez a un público que no se conforma con poco.

Más interesante que las intrigas de corte policial es la complejidad de los personajes, incluso de Helen y Cole, que al principio son secundarios pero progresivamente adquieren una importancia no menor, o incluso mayor, a la de los protagonistas. Todos los personajes de The affair están frustrados de una manera distinta al resto, cada uno pierde la dignidad a su manera. Las motivaciones de los personajes son sólidas y a un tiempo ambiguas, discutibles, sutiles. Otro gran acierto de la serie, que quizá podría haberse explotado más, es la decadencia económica y simbólica de la familia Lockhart en Montauk. Están muy bien representados el pasado de gloria que añoran los hermanos, las peleas internas y los secretos guardados por generaciones que solo son revelados por el miembro de otra gran familia de Montauk.

Dos públicos

Tal vez para no aburrir al público masivo o por negligencia, The affair incurre en el mismo error que John Williams en su novela Stoner: el protagonista se dice escritor pero no piensa como tal. Noah nunca está leyendo, tampoco habla de literatura pero sobre todo no tiene modelos literarios. No se menciona un solo escritor en toda la serie más allá de Salinger, que ni siquiera es mencionado por Noah sino por Alison.

Apuntar a dos tipos de público es uno de los riesgos de The affair. El otro riesgo está relacionado a que la serie es mucho más que la historia de una aventura sexual y un asesinato. Entonces, al contar historias separadas, hay momentos en que la vida de Alison y la de Noah no convergen y queda la impresión de estar ante dos series distintas: por un lado Alison, Montauk, Cole, Luisa. Por el otro Noah, su carrera de escritor, Nueva York, Helen y una decadencia metafísica que, como le sucede a Donald Draper, el protagonista de Mad Men, lo lleva a la autodestrucción.

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Pablo Nardi - Periodista y crítico.